Soy tu madre y te quiero con locura, tanto es así que me he reinventado a mi misma en muchas ocasiones para estar a tu altura.
Pero hay algo que como madre no te puedo dar, el calor de una amistad pura.

La amistad establece unos vínculos que nos dan seguridad, nos hacen crecer como personas mutuamente, nos enseñan a superar juntos dificultades, nos hace valorar al otro y saber que con el otro puedo ser yo mismo sin tener que justificarme.

La amistad nace de la convivencia y es precisamente en esa convivencia desde el respeto mutuo donde aprendemos el valor de crear juntos, disfrutar juntos, reconocernos y a saber que todos somos igual de necesarios, porque cada uno tenemos nuestro lugar en esta sociedad, y eso nos lo da también la educación que no aparece en los libros.

La convivencia más auténtica, por lo menos en nuestro caso, viene del contexto de la escuela, donde desde bien pequeños la diversidad ha sido un elemento clave de enriquecimiento del grupo.

Yo como madre ( y ya lo he dicho antes) he tenido que reinventarme en ocasiones, pero ellos no, como ocurre con los hermanos, ellos han crecido con una realidad más rica, precisamente por la coexistencia de diferentes formas de ser y estar en el mundo en sus entornos, ellos han sabido dar respuesta en cada momento a las situaciones más insólitas (a veces no, pero también con eso se aprende, como en todo), porque para ellos eso es su “normalidad”, todos somos diferentes pero no menos que nadie.

Esta escena distendida es la naturalidad con la que retomaron 2 compañeros de clase y amigos sus juegos tras varios meses de confinamiento… sin más un “donde lo habíamos dejado?…
No hay compasión, pena, condescendencia, favores hay un deseo enorme de estar juntos.

Ayer precisamente su amiga Aroa estaba de cumpleaños y, tras nuestro mensaje, fueron horas de consuelo para poder explicarle que ya queda menos para estar juntos y que no la podíamos ir a buscar.

Es esto algo excepcional?, quisiera con todas mis fuerzas decir que no, que todos los niños del mundo tienen amigos, que todos los niños de mundo han tenido oportunidades en sus aulas de convivir con las diferencias en el sentido más amplio. Que no han sido excluidos por el sistema, apartados por poner delante etiquetas que ocultan a las personas, separados desde pequeños en aulas segregadas que van minando esa convivencia… pero no puedo.

No será posible hasta que esto sea una prioridad en los centros, en el sistema, en la política educativa, el formar a personas por encima de los contenidos curriculares, personas preparadas para vivir en una sociedad plural y sin parcelas. Hasta que se respete el derecho fundamental de todos los niños a educarse juntos en entornos ordinarios.