La expresión cumpleaños feliz o feliz cumpleaños, que se utiliza casi de una manera involuntaria y muchas veces por inercia, suele estar asociada al hecho de que cumplir años se le presupone un momento de satisfacción compartida, es decir, un momento feliz para uno (el cumpleañero/a) y para los que nos rodean y nos quieren.

Sin embargo no todas las personas viven ese momento con esta sensación, no por el hecho de hacernos más mayores (eso pasa cuando llegamos a una determinada edad) sino porque son precisamente los cumpleaños esos momentos sociales donde algunos niños y niñas se ven excluidos.

Hace poco tiempo Chemi (Jose Miguel Martín), un profesor extraordinario al que admiro, hacía una publicación en sus redes con referencia a este tema. Publicación que tuvo una repercusión enorme, lo que hace pesar que es un tema que preocupa y que debe ocuparnos como sociedad.

El tweet era el siguiente:

“Ahora que los niños y las niñas no pueden celebrar sus cumpleaños con amistades del colegio, quizás sea el mejor momento para pensar que cunado si se podía algunos peques jamás recibieron una invitación. La inclusión empieza en la mirada de las personas adultas.”

Vía @chemi_martin

 

Me sirve como reflexión para compartir nuestra experiencia como algo positivo y tal vez inspirador.

Cuando mi hijo entro en el colegio en 3 años empezaron los primeros contactos con las familias de sus compañeros, casi desde el principio supieron de nuestra situación un tanto atípica, entre otras cosas porque la forma de comunicarse de mi hijo Héctor era muy diferente a lo que estaban acostumbrados y esos compañeros supieron hacer ver a sus padres que en su clase había un niño que no utilizaba palabras sino “dibujitos” y que entre todos le iban a ayudar a expresarse.

Llegaron los primeros cumpleaños y como uno no sabe muy bien, nada más empezar infantil, con quien tienen más relación sus hijos siendo tan pequeñitos, como grupo se llegó por consenso a una decisión, se haría una celebración sencilla (a decisión de cada familia) en la que estarían todos invitados. Muchas veces eran 2 o 3 compañeros los que hacían la celebración para asumir los gastos de manera conjunta, otras veces se pensaba en un parque, al aire libre, en un centro cultural… de tal manera que no supusiera un coste inasumible para nadie, la cuestión era estar juntos y que se fueran conociendo dando las mismas oportunidades a todos.

Creo que fue una decisión con mucho acierto, de hecho era una de las propuestas que leí como respuesta al tweet de Chemi, arriba mencionado.

Para nosotros concretamente este tipo de iniciativas eran siempre complicadas, porque aunque el niño adoraba ir a los cumpleaños, la mayoría de las veces acababa siendo un episodio de terror.

Unas veces era su manera de jugar, de gritar, la falta de entendimiento de normas sociales, la dificultad para hacerse entender, su impaciencia, sus obsesiones, su inflexibilidad y necesitaban siempre de mi presencia, como mínimo.

Recuerdo con angustia ciertos episodios, pero más que tirar la toalla o decidir no volver siempre pensaba que todo aquello era un enorme aprendizaje, para mí como madre, para él que solo aprendería ciertas cosas en esos contextos normalizados y para sus compañeros y familias de los que siempre he tenido una comprensión, respeto y apoyo incondicional.

Muchas veces volvía llorando en el coche porque algo se había complicado y nuestra despedida había sido antes de tiempo entre gritos y forcejeos. Pero esas lágrimas me fueron haciendo fuerte y la vuelta casa se convertía en una letanía en la que no dejaba de repetirme la próxima vez saldrá mejor, estoy segura, solo hay que ser todavía más previsores.

Entonces llegaba esa otra vez y funcionaba, o no, pero nunca dejamos de intentarlo. Por más ganas que tuviera de quedarme en casa sin exponerme a situaciones complicadas o miradas poco amables (de desconocidos).

Y sé que me estoy extendiendo con el tema pero me parece clave para entender muchas cosas que se han ido forjando en ese grupo de convivencia con sus iguales, precisamete eso me recordaba hace poco una de las madres de esa clase que aprecio enormemente.

A mi hijo nunca le han faltado oportunidades en este sentido y por más difícil que fuese nosotros siempre hemos querido hacer lo imposible porque estuviera como uno más, porque él así lo quería y también sus compañeros.

Con el paso del tiempo los niños y niñas pasaron a tener su círculo de amigos más limitado y ya no se hacen aquellas fiestas del principio, pero Héctor tiene la suerte de formar parte siempre de algún grupo selecto de algún compañero o compañera, y sabéis por qué? Porque desde el principio se trabajó en la línea correcta o por lo menos la correcta para nosotros.

Yo no quiero ir dando lecciones, nada más lejos de mi intención, pero sí creo que contar puede ayudar a pensar cómo hacer para mejorar situaciones injustas, injusticias que muchas veces nacen de las malas decisiones de los adultos.

Tal vez de ese modo algún día consigamos devolver el verdadero significado de la frase hecha “cumpleaños feliz” para todos los niños sin excepción.