Hace un tiempo una amiga me pidió que le hiciera llegar una pequeña aportación, desde mi experiencia como familia diversa, de lo que yo pensaba que podía ser el papel o el rol que desempeñan las familias en este complejo mundo de bullying, hice entonces una pequeña reflexión que ahora comparto.

Cuando hablamos de bullying, en las escuelas concretamente, las familias tenemos una enorme responsabilidad ya que somos una parte fundamental en la educación de nuestros hijos.

Las familias de niños y niñas (alumn@s) con diversidad funcional, discapacidad, o simplemente que difieren de la media estadística sea la razón por la que sea, llamémosle como cada uno quiera… a menudo tenemos que estar especialmente alerta y no bajar la guardia, lo que genera un desgaste a mayores en nuestro día a día. Desde mi humilde opinión, creo que está también en nuestras manos hacer que esta situación cambie (en el ejercicio de nuestros derechos), aunque muchas veces con poco éxito ante la poca empatía social. El cambio ha de ser cosa de todos, porque todos somos agentes en potencia de ese cambio necesario.

Me viene a la cabeza el recuerdo de un caso que me quedó grabado por cruel e inhumano, una crueldad colectiva devastadora para la familia afectada, en ese caso era la familia de un niño de no más de 10 años con un diagnóstico o etiqueta “X”. No voy a entrar en los detalles de la historia completa y me voy a ir al final, al titular de prensa donde se contaba que en la localidad de O Porriño los padres al completo de una clase de un centro educativo “hacen huelga para que un alumno sea expulsado”. Esta noticia y triste realidad no es solo un tsunami para los afectados, a nivel familiar, sino que de ella no se desprende ninguna enseñaba educativa para el resto de compañeros.

Qué han aprendido de sus familias esos otros niñ@s con este comportamiento?, me pregunto.

No es una manera de enseñar a apartar, excluir y culpar?

Somos conscientes de las consecuencias de esos actos en nuestros hij@s?

Como madre y familia dentro de la pluralidad humana, que por veces se aleja de media, soy de las que creen que, parafraseando a Ellen Stumbo: “nadie debe aplaudir a su hijo por jugar con el mío” (traducido por Cappaces), de esa situación no debemos hacer algo excepcional, pero en parte está en manos de tod@s crear contextos y situaciones que propicien la amistad, la convivencia, sin que nadie quede atrás.

Es habitual entre numerosas familias escuchar que a su hijo o hija “con discapacidad” por la razón que sea nunca lo invitan a los cumpleaños, o no puede participar en actividades organizadas por el centro educativo (este es otro tema que merece su propia reflexión), o que se le limita acceder lugares de ocio comunes… y eso genera una soledad que no elegimos. Pero no solo es la soledad la que nos acecha en esos casos, sino que estamos negando a nuestros hijos, a todos, la posibilidad de crecer en la pluralidad, de conocerse, de respetarse tal y como son, como ocurre en el seno de las familias con los hermanos.

Soy muy de valorar esas situaciones en las que se piensa en los demás, aunque de primeras no se nos ocurriera, invitando a ese “niñ@” que nuca nadie lo invita, que tantas veces está solo, porque tal vez se genere una oportunidad única en la que todos salimos ganando, y no por ser algo digno de aplaudir, sino porque en la medida en la que no generamos situaciones favorables no se darán esos vínculos que son la base de una educación en igualdad.

Todos los agentes somos importantes, todos podemos mejorar el actual panorama social (en lo que a bullying se refiere) devolviendo a las escuelas el verdadero valor de educarse juntos: crear sociedades más completas.

Los profesores tienen un papel fundamental (pero a mí solo me compete hablar como familia en esta ocasión), ellos pasan gran arte de la jornada con los chicos y chicas, pero han de ir de la mano de las familias y solo así se consiguieran verdaderos logros.

 

¡Ante el bullying nuestra tolerancia ha de ser cero! sin embargo, el acoso puede tomar muchas formas y no siempre se va a identificar de la misma forma, o no siempre vamos a ser tan conscientes de ello. No hay más que leer una de las últimas entradas de Cappaces sobre este tema, la soledad, esa forma silenciosa de maltrato.