Imagino que las hadas nacen con unas cualidades que las hacen especiales pero después está el duro trabajo de conseguir dominar su magia. Por eso cualquier hada empieza siendo una aprendiz. Así es como veo yo a Aroa, desde el momento en que su madre Sonia me contó la manera tan especial que tuvo de acercarse a Héctor.

Aroa es una niña observadora y con mucha sensibilidad. Ella quería acercarse a Héctor de alguna manera, por eso pensó que si actuaba como él podría entenderlo y ayudarlo. Durante unos días o semanas Aroa dejó de hablar, pedía cosas por señas y tenía un comportamiento muy extraño en su casa. Sus padres que no tenían ni idea de lo que le podía estar pasando, estaban tan preocupados que le pidieron una cita a su tutora. Aquella reunión no resolvió el misterio pero dio una pista cuando la tutora nombró que había un compañero en clase de Aroa que no tenía lenguaje oral. Así que su madre se las ingenió para que la pequeña aprendiz hablase de Héctor.

Ella le contó que su amiguito tenía una pupita en la lengua y no hablaba pero entre todos le tenían que enseñar, que muchas veces hacía caso de los dibujitos (refiriéndose a los pictogramas) pero que otras veces no, que no era diferente sólo que dice “uhm, uhm…” y que tenía muchas ganas de abrazarlo.

Aroa es una aprendiz de hada que con su buen hacer y su varita intentó rozar el corazón de Héctor y sin saberlo tocó el de su madre.