Imagino que cuando nació Martín cayó una enorme tormenta de bolas mágicas y cuando llegó Héctor al mundo un gen especial se situó en su cadena de ADN, lo he llamado el gen disney y probablemente lo haya heredado por parte de madre. Este gen lo ha dotado de una habilidad especial por la que es capaz de hacer llegar sus mensajes a pesar de su falta de lenguaje oral.

Primero Nemo, todavía era un bebé y veía la película entera, me llamaba la atención que se riera siempre en las mismas partes, creo que ya empezaba a dar señales de que, como Nemo, él sería diferente.

Después vino Pinocho donde se refleja a un Gepetto que acepta a su niño como es, de madera, a pesar de que le gustaría que fuera un niño de verdad.

Más tarde, Peter Pan y la magia, justo para recordarme que no era más que un niño y que como tal le gustaban las mismas cosas que a los demás. Aunque me diese la sensación de que no me entendía, él quería que le contase cuentos y que le cantase, así que durante muchas noches lo dormía cantándole la canción “Aquella estrella de allá, hoy brillará por ti… ”

Con Dumbo, el hijo del corazón, encontró su personaje. Nadie puede llegar a imaginarse cuántas veces la hemos visto y la de mensajes que ha intentado transmitirme con ella. Desde querer hacer pompas cuadradas, hasta la increíble conexión con su mamá, sin olvidarnos que con ayuda y confianza Dumbo es capaz de volar.

Y con la Sirenita, Héctor consiguió estremecernos, se apena enormemente cuando Úrsula le roba la voz, llora con lágrimas de verdad y me pone la manita en la boca para que le reproduzca la escena.

Todo esto puede que parezca producto de mi imaginación, de una madre fantasiosa que intenta por todos los medios conectar con su hijo de la forma que sea, pero aunque así fuera yo de este modo me siento más cerca de él.

Curiosamente siente un rechazo total hacia El Rey León, tal vez porque el único rey de la selva no se llama Simba sino Héctor.