Delante de aquel encuadre, detrás del objetivo, intenté poner voz a lo que estaba sucediendo.

Marcos, en su paciencia infinita, le explicaría a sr. capitán que no era fruto de ningún capricho, ni, como muchos podrían llegar a pensar, un episodio puntual de niño “malcriado” (término que por otra parte se utiliza de manera inadecuada con demasiada facilidad), que en el barco hay muchos estímulos para él, demasiadas cosas que le llaman su atención y que le resulta realmente difícil controlar su nivel de obsesión e impulsividad, que la única vía es la paciencia, el cariño y el apoyo visual. Pero mi estancia en la escena duró lo que dura el clic del disparo, ya que otros dos minitrupulantes reclamaban mi atención, así que en plena confianza dejaba el desenlace del episodio.

Sin embargo la realidad a veces nos sorprende, al bajar del barco me comentó que el sr. capitán desde el minuto uno fue totalmente comprensivo, desconectó el piloto del barco y dejó que Héctor manejase el timón... un gesto ínfimo que puso fin a la tragedia devolviendo la calma. El sr. capitán le contó que conocía bien un caso de tres hermanos diagnosticados, los tres, con autismo, que no hacía falta que le explicase nada y que para él ese gesto no suponía ningún problema, lo haría por cualquiera.

Caminé en silencio un rato largo pensando en aquello de... “porque te toca de cerca puedes entenderlo” y enseguida la palabra “visibilizar” para concienciar volvió a cobrar sentido en mi interior.

Además, claro está, de que el sr. capitán sea una bellísima persona.