Ya hace algún tiempo, antes del nacimiento de Lucas una amiga me hizo este comentario:
-Tus hijos más que hermanos parecen hijos únicos.
Entendí perfectamente lo que pretendía decirme porque por aquel entonces empezaban las sospechas de que con Héctor algo funcionaba de una manera diferente... desde luego que era una de las cosas que más me llamaba la atención, más incluso que la ausencia de lenguaje, la peculiar relación (o la ausencia), sobre todo en el juego, de esos hermanos.
De todas formas a todo se acostumbra uno y entendía que había que respetar los intereses y las formas de ser de cada uno.
Hoy en día me doy cuenta que esa falta de relación en el juego necesita de un apoyo o un juego dirigido que les haga entender y disfrutar de las ventajas de hacerlo juntos. En este sentido hemos trabajado y avanzado mucho y se que la llegada de Lucas ha tenido mucho que ver, ha sido una baza importantísima de conexión.
Pero tengo que reconocer que esa afirmación sigue teniendo un trasfondo interesante y supone en si un gran reto, ser hermanos e hijos únicos al mismo tiempo. Que nadie consiga eclipsar a nadie, que todos tengan posibilidad de brillar con luz propia... esa luz que juntos se vuelve cegadora.